Estos días tengo un mantra que me repito, para no desandar camino andado: “La complicidad no es amor, la confianza no es amor, el cariño no es amor”. Porque la veo y dudo; la miro a los ojos, veo sus lágrimas y me duele muchomuchomucho su dolor… y dudo; me río con ella y no recuerdo tan nítidamente que era lo que pensaba para dejarla… y dudo…
El siguiente pensamiento es “Todo sería tan fácil si esto fuera bien…”. Y entonces el runrún, el que lleva meses en mi cabeza, el que dice “si no va bien, no se puede forzar; si es genial y no te llena, es por algo; si las cosas no ocurren, hay que dejarlas volar y seguir adelante”. Princesa es estupenda y se está portando tan bien que, a veces pienso, que no me la merezco… Que no merezco sus toneladas de cariño después de desbaratarle la vida y los planes; que no merezco su apoyo en los baches, cuando voy delante suya, poniéndoselos a ella; que no merezco su sonrisa cuando provoco lágrimas;…”. Pero la vida es así: el corazón funciona como quiere; los sentimientos no se pueden dirigir; lo que se siente, se siente; lo que percibes cuando no piensas, es lo que es…
Aún así, no me va tan mal. Me siento tranquila; sonrío a veces; cuando pienso en ella no siento esa losa rara que no me dejaba respirar tanto como ahora;… Tengo ganas de caminar: un pasito y otro, y otro más, sin pensar mucho en el futuro; ver lo que me va trayendo poquito a poquito; solo un paso y otro, solo eso; alejarme de este momento y llegar a otros…
A veces pienso que, a lo mejor, con el paso del tiempo, me doy cuenta que me equivoqué; que no me entendí a mi misma y que dejé pasar la oportunidad de tenerla muchos días más en mi vida. Cuando eso ocurre, el siguiente pensamiento que aterriza es que, aún siendo así, siento que no me arrepentiré de haber hecho lo que hice, de parar esto y seguir caminando; porque, hoy por hoy, ayer por ayer, es lo que toda mi cabeza y mi cuerpo me dice, me decía…
Con eso me quedo…