De acostarme y que me abraces; de que empieces, de repente, a recorrer cada recoveco, como diciendo, “aquí estoy, ¿recuerdas?” ¡Claro, claro que recuerdo! El tiempo se alarga y se encoge a nuestro gusto, cuando te recorro, cando me recorres, con la lengua, con las manos, con la piel…
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